Cuan de apasionantes somos. Tenemos la absurda necesidad de crear sueños y luchar para cumplirlos. ¿Después? A menudo lo logramos ¿Y qué pasa? Que en tres días estamos cansados y ansiamos buscar más. Y lo hacemos, de nuevo, atropellamos cosas anteriores para cavar nuestra tumba bien arriba. Lo más triste es que cuando lo hacemos, miramos atrás y vemos lo que nos dejamos, y ahí, el ser humano se destroza a sí mismo. Nos damos cuenta que el camino que seguimos era lo importante y no el final, y aún estando bien arriba, sin darnos cuenta que el camino puede seguir. Queremos caernos otra vez, resbalar y volver abajo, y es entonces cuando en nuestra marcha, nos llevamos por delante todo el antiguo camino trazado para morir a los pies de nuestra ladera, teniendo la tumba en la cumbre.
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